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EL CIERRE DE SANGRE DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL - A 29 años así lo recuerdo.

  Yo también estuve ahí ese día, el miércoles aquel cuando la pólvora llovió sobre los cuerpos jóvenes como uno de esos aguaceros que saben caer en Bogotá. Al día siguiente los rumores entre quienes estuvieron ahí hablaban de 13 muertos, pero pudieron ser más. A mis 23 años había participado en algunas de esas acciones recurrentes de protesta, a pesar de que, en general, no estaba de acuerdo con ellas. Tengo que admitir que también era porque sentía miedo, mucho miedo. Miedo a ser capturado, miedo a resultar herido, miedo a lo que ocurriría en mi familia si se enterara: aún pesaba mucho su autoridad vertical. No obstante, en una ocasión, 3 años atrás, había estado en las primeras líneas de la acción. Aquella vez, a un observador de tantos que había siempre (aunque ese día la diferencia entre unos y otros no era tanta) le habría parecido risible verme allí, en vestido de paño, usando incómodos zapatos de calle y con el rostro a medio cubrir. El traje me delataba más que si hubiese lleva